“DEL ANTIGUO, AL NUEVO TESTAMENTO DEL TEATRO”
Juan Monsalve
POSLUDIO DEL LIBRO: “EL TEATRO DE LAS INDIAS”
El Nuevo Testamento del Teatro se fundamenta en el Antiguo, más, renovando la vieja alianza con las tradiciones, inicia un nuevo tiempo para las artes escénicas. Esta revolución, que se inicio en el s.XX, no solo es formal, al liberarse de las viejas formas, sino primordialmente espiritual, pues anuncia una buena nueva: el arte escénico vuelve a su fuente original, sagrada. Los dioses han regresado a la escena. Los teatros sagradosdel Antiguo Testamento del Teatro, usando la metáfora bíblica que usara J. Grotowski en El Nuevo Testamento del Teatro (Pg. 21 “Hacia un Teatro Pobre” Ed. S.XXI), son las fuentes tradicionales, las raíces que aun viven en ritos, y formas escénicas, de las culturas que han sabido guardar hasta hoy su herencia. Y, aunque las tradiciones también cambian, y adquieren nuevas formas, confluyen o desembocan en otras, según el devenir, algunas de ellas, de las más antiguas, aún conservan su forma original. Las podemos observar en los ritos, ceremonias y festejos, y en las danzas y los teatros sagrados del mundo entero.
Las culturas guardan en forma escénica, viva, su memoria profunda, la memoria ancestral, que contiene los lenguajes originales. En la búsqueda de “esa física primitiva de la cual el espíritu no se he apartado jamás” (A. Artaud), encontramos que las grandes tradiciones rituales y escénicas guardan una memoria milenaria. La Antropología aplicada a la escena como estudio del hombre en situación de representación, nos sirve como instrumento específico de investigación. Como estudio particular del equilibrio; de las oposiciones; y del uso de la energía en el tiempo y en el espacio. Es el estudio de las “leyes” físicas del hombre en situación de representación. En las danzas y teatros tradicionales de todo el mundo están las fuentes originales, los viejos manantiales que aun vierten su agua hasta nosotros. Pero no vamos al Antiguo Testamento del Teatro para hacer lo que hizo, y hace la tradición. No pertenecemos a ninguna de las antiguas tradiciones escénicas, nuestro deber es trabajar en el Nuevo Testamento del Teatro, que restaura la antigua forma e inicia una nueva. El Actor Santo, de J. Grotowski, con la transustanciación, es la nueva alquimia, llamada a producir un nuevo arte sagrado. Este nuevo arte sagrado esta fundado sobre una nueva ética, puesto que no hay arte sin ética. Recordemos que La Belleza es hermana de La Verdad, y que arte y ciencia son dos ramas del mismo árbol: conocimiento aplicado, por la vía sensible o por la vía racional. El Teatro Pobre, de J. Grotowski, y su Nuevo Testamento del Teatro, no solo revolucionó las formas, sino que, fundamentado en antiguos teatros, liberó la vieja forma para recibir un nuevo espíritu. El espíritu sagrado de la escena tomó nueva forma, libre de los canones estéticos de los teatros antiguos.
Asi, la investigación, y el estudio del Antiguo Testamento del Teatro, son indispensables para comprender el Nuevo Testamento del Teatro. Los viejos testimonios escénicos los encontramos en los ritos, las fiestas y carnavales, las danzas y los teatros tradicionales, donde hablan las voces de los abuelos (ancestrales y espirituales). Podemos reconocer algunas de sus formas más antiguas en las tradiciones de Japón, China, Indonesia e India, tales como: El Noh, el Kabuki, el Buyo, el Nihon, el Bunraku, la Opera de Pekin, el Topeng, el Barong, el Baris, el Kathakali, el Kootiyattam, el Mohiniyatam, el Odissi, el Barathanatyam, el Kathak, y muchas otras. Solo quiero ejemplificar algunas de las grandes tradiciones asiáticas, pero en todos los continentes se conservan antiguas artes. Ellas hiperviven los tiempos en forma de ceremonias, danzas, teatros y rituales, que guardan una gran riqueza en el conocimiento del lenguaje del cuerpo y de la voz.
Las fuentes originales de representación contienen las antiguas formas, revestidas con el tiempo, como los anillos en el tronco de un árbol. El procedimiento consiste en desvestir este teatro de los anillos temporales, para ver su origen, revelado su nacimiento. Desmontar el tejido que se ha hecho con los años, y sacar de la caverna del tiempo su forma original. Investigar en estas formas es necesario para alimentar, y dar fundamento al Nuevo Testamento del Teatro.
El Nuevo Testamento del Teatro no es un invento de ahora, él esta cifrado en el Antiguo Testamento, que hoy día manifiesta su espíritu en forma abierta, transparente y nueva. El cambio de uno a otro no es solamente un cambio artístico, formal, sino esencial, espiritual. La antropología escénica también nos sirve para comprender que las fronteras que trazamos entre las culturas, fueron trazadas primero en nuestras mentes, y que son ilusiones que separan, que dividen al hombre enajenándolo. Al desmontar el contexto, el texto emerge en su estado original. El espíritu antiguo se revela en el nuevo espíritu. En Oriente, los dioses nunca abandonaron la escena. Durante la decadencia del teatro griego del siglo V a.C., los dioses huyeron de la escena, dejándola a merced del Gran Carnicero. En “El Origen de la Tragedia”, F. Nietzche, anuncia el regreso de Dionisios, el espíritu de la música como origen del drama. El s.XX se caracterizó por el establecimiento de dogmas estéticos, a ultranza, y por el regreso de los dioses a la escena.
El arte de Occidente mira hacia Oriente. América mira hacia Asia. El pensamiento occidental, en crisis, buscó otras fuentes, en culturas de origen. Las ideologías se derrumbaron, los muros cayeron. Los teatros de guerra, como las guerras del teatro entraron a disputarse los escenarios naturales, teatrales o virtuales. Entonces, el teatro volvió a ser la metáfora del mundo. La sociedad se volvió espectáculo: se escenifican las guerras imperiales, con muertos reales, transmitidas por televisión, previamente ensayadas en las grandes producciones cinematográficas. La performancia tomó forma bestial, ya no hay límite en la escenografia: es igual la guerra virtual, formal o real. Pasamos al dominio trans-cultural del imperio norteamericano.
Si entendemos lo cultural como algo propiamente humano, cocido por el hombre, en oposición a lo crudo natural, en su animo espiritual por el bienestar colectivo, tendremos muchos motivos para estar optimistas. La cultura es creada por el espíritu creador de los pueblos. La arqueología escénica nos sirve para desempolvar las capas de hábitos y costumbres, de convenciones y estereotipos del comportamiento humano, y discernir la herencia biológica de la cultural. Separar lo natural, de lo aprendido. Y, de lo aprendido, discernir lo original de lo agregado. Los primeros códigos escénicos nacieran hace miles de años, y aunque el ritualismo excesivo que los envuelve no deja observar claramente su significado, el gesto original permanece imperecedero. El gesto antiguo es valioso no por ser antiguo, sino por ser de origen, porque puede transmitir una señal verdadera del origen mismo del teatro.
El Antiguo Testamento del Teatro está cifrado en todos los Teatros Sagrados del mundo que hoy se conservan vivos, y en los vestigios arqueológicos de los que murieron. El Nuevo Testamento se fundamenta en el Antiguo, pero renueva los viejos rituales, despoja los lenguajes de origen del revestimiento agregado, y revoluciona su espíritu. El actor vuelve a ser el oficiante de una ceremonia espiritual, mágica, donde el público se reúne alrededor de la escena, a compartir un cena sustancial. El teatro antiguo refleja un conjunto de comportamientos ritualisticos que, hoy día, ya no comprendemos, ni necesitamos. Su revestimiento pesado, o su codificación rígida, debemos dejarla de lado. Lo que llama la atención, al ver las antiguas tradiciones no es la forma exterior, ni los códigos particulares, sino la peculiar manera en que cada cultura ha dado forma escénica a su conocimiento. Es necesario diferenciar los movimientos originales, de los culturales, aunque la línea divisoria sea apenas perceptible. En el terreno de las incertidumbres es preciso guiarse por los buenos consejos de los gurues: los movimientos están engendrados por las cualidades de la naturaleza (Gunas), y moldeados por los hombres. Han sido revelados por los dioses, y los hombres los han aprendido. Si comparamos las emociones de los animales y el hombre, encontraremos muchas similitudes, y una sola diferencia: la cultura. La cultura esta sujeta a la acción transformativa del hombre, pero impulsada por el espíritu creador. La cultura, en toda su vasta dimensión cotidiana y extraordinaria, depende del conocimiento espiritual, de las religiones, ellas son su fundamento, su cimiento profundo. En el conocimiento y la voluntad Divina, el hombre se edifica en espíritu, es decir, cultiva su naturaleza espiritual. Así mismo, las artes de origen sagrado, a pesar de su revestimiento antiguo, permaneces en lo sagrado. Las artes contemporáneas se nutren de las antiguas, de sus fuentes originales. Las nuevas percepciones del mundo cambian los medios, pero no pueden cambiar el sentido original. El sentido original permanece más allá del tiempo y de las culturas. La obra del espíritu creador es perenne, y continua, nunca termina; los rituales profanos decaen, y aparecen nuevos rituales sagrados. La sociedad se renueva dejando a tras sus viejos cascarones. El nuevo espíritu trae vestido nuevo.
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