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"JAVIER, ARGONAUTA ESPIRITUAL"

“JAVIER, ARGONAUTA ESPIRITUAL”
                                                                                                       
 Juan Monsalve
 
 
     ¡Si yo supiese que alguien había de sacar provecho de que yo bailase, bailaría!
 
                                                                                                     San Francisco Javier.
 
 
                Una aproximación a la vida y obra de San Francisco Javier requiere de un tamiz para discernir lo histórico de lo meta­–histórico, o propiamente espiritual, humano y escénico. En el siglo XVI, los mares de Oriente estaban bajo el imperio Portugués; con métodos de la Roma Imperial, y de la tabula rasa dela Inquisición, dominan el panorama histórico de aquellos tiempos. Los conquistadores portugueses en las Indias Orientales no fueron muy diferentes de los españoles en las Indias Occidentales. Los grandes navegantes abren las rutas que expandieron los imperios españoles portugueses e ingleses de esa época. Europa se expande en las Indias a través del imperio Español y Portugués, el más potente. El propósito de la Corona Portuguesa en Oriente tiene como objetivo la posesión de las tierras de ultramar, y el dominio de los mercados; principalmente del mercado de las especies. Asi mismo, las misiones religiosas se inscriben dentro de los viajes coloniales de Portugal, a pesar de que la Compañía de Jesús revolucionara los métodos arcaicos de la Iglesia Romana y, en particular, Francisco Javier, inspirado en San Francisco de Asís, y San Ignacio de Loyola, “entrara por la puerta de ellos, para hacerlos salir por la suya“.
 
                En el siglo XVI encontramos algunas de las raíces de la antropología contemporánea. Los “conejillos de Indias“, los “buenos salvajes" de las metrópolis europeas, hoy día no pueden ser vistos como los esclavos indios, amarillos o negros de antaño, de una raza blanca predominante. Y, aunque los imperios sigan existiendo hoy día, y de maneras mas globalizadas, con una esclavitud posmoderna, el diálogo de culturas y religiones se abre paso en el mundo entero. Hoy no podemos reproducir, ni justificar las atrocidades de la conquista Española ni Portuguesa, de las Indias Orientales u Occidentales, ni menos las infamias de la Inquisición de aquella época. Los tiempos cambiaron. La barbarie de esos tiempos (como la barbarie de ahora) nos enseña como transformar, en el arte, el horror en piedad y amor, cual fuera el propósito de la antigua tragedia griega, y el perenne ideal del drama. Asi, esta obra sobre la vida de San Francisco Javier va más allá del contexto histórico, y cobra una nueva dimensión.
 
                El Misionero de Oriente fue tras las huellas del apóstol Santo Tomás (57d.C.), El Pavoreal de India; y entre ambos nos enseñan, cual argonautas espirituales, a franquear la última frontera, a orientarnos por el Camino del Oriente, que es el mismo Camino Amarillo, el del sol naciente, donde su padre Santo Tomás fuera vencido. En la encrucijada de los Cuatro Caminos del Mundo, en la cruz original, Francisco Javier elige el camino oriental cuando suplica al Señor que lo envíe a India (Tomás no quería ir hasta India, pues se tenía por la tierra de los paganos). Los viajes de San Francisco Javier, como los viajes de Marco Polo, abrieron las puertas de oriente a occidente, trajeron a Europa las primeras noticias del otro lado del mundo. Como viajero Real lleva las patentes de la Iglesia Romana, del Rey de Portugal, y la misión de la Compañía de Jesús, legada por San Ignacio de Loyola; pero, sobre todo, cual peregrino, lleva La Buena Nueva de Jesucristo hasta los confines del mundo conocido hasta entonces. De India va a Malaca, de allí a Maluco (Islas Molucas), luego a Japón, de donde regresa hasta India, para emprender su última expedición, y morir a las puertas de China. Su viaje en la tierra no tiene límite, su meta está más allá. Su saga, cual odiseo arcano, tiene como Ítaca, la Jerusalén Divina.
               
                Su hoja de ruta es la del santo del camino, la del Jesús de las sandalias, quien dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida“. Es un andariego, ligero de equipaje, con patente de extranjero, con pocos amigos. Su alegría espiritual irradia el aliento del Viento Santo, que sopla en los cuatro caminos del mundo. Despojado de todo “pierde su vida para ganarla“, en tierra extraña. Extranjero en cualquier lugar, camina sin patria, sin descanso, entre peligros extremos: tempestades en alta mar, asaltos piratas, inclemencias del invierno, azotes del monzón, hambrunas despiadadas, persecuciones religiosas...! Cruzando el límite de lo humano, nos lleva al territorio de lo divino, donde se manifiesta el poder de Dios por medio de milagros, que no gusta reconocer como suyos. Para Francisco Javier, el camino es Jesús; y su meta: la Casa del Padre. Y no Jesús como alguien ideal, sino como alguien real, es decir, realizable en su vida de argonauta espiritual.
   
                Para escenificar la vida de una santo, como la de San Francisco Javier, o de alguien extraordinario, como la de un héroe (o antihéroe, como él fue), no basta rastrear la historia, ni los datos biográficos, sino el espíritu que lo movió, que lo impulsó hasta los confines del orbe. Al leer las biografías, y los escritos de San Francisco Javier, para escribir esta obra, he utilizado la Antropología Escénica, el estudio del hombre en situación de representación, leyendo su historia desde el plano escénico, extra–cotidiano. También hemos realizado un viaje por la ruta de Javier, en India: de Goa, a Trivrandrum, y a Chennay (Madrás), visitando los lugares santos, y el Centro de Investigaciones de Xavier.
 
                 Para escribir una obra escénica sobre un personaje histórico hay que basarse, evidentemente, en la historia, trascendiendo el determinismo histórico. El interés propiamente dramático se manifiesta en la flor verdadera, no en la flor insólita. Lo insólito de la historia de San Francisco Javier resulta, a la luz de hoy, la Conquista y la Inquisición, por su procedimiento violento, y su dogma ciego; y lo verdadero, lo que permanece hasta hoy, es el espíritu que lo movió para ser misionero en Oriente, de la Buena Nueva. Esta mirada dramatúrgica, sobre la vida de Xavier, enfoca particularmente sus trabajos (drama–érgon: trabajo), sus obras sacralizadoras, y las acciones que tejieron su camino en Oriente. La selección de acontecimientos nació de una necesidad escénica, es decir, con licencia poética. Lo que ocurre en la escena solo ocurre en la escena, lo demás es realidad. Y, aunque la realidad escénica no es el reflejo de la realidad cotidiana, sino de aquello que permanece invisible, su deber es el de recrear, volver a crear, enseñando lo que permanece, la quintaesencia que resume su verdad en belleza artística. Las condiciones técnicas del lenguaje escénico generan, de hecho, una metafísica propia del espacio escénico. Esta necesidad metafísica nace del mismo camino que se traza, el camino de San Mateo, en Oriente. Es un meta–camino, o una meta más allá. Desde pequeño, Javier se pregunta: ¿Qué habrá más allá de las montañas?
 
                El nómada espiritual es un argonauta alado, un mercurio mensajero, un chaski de quipus, un coolí de perlas, alguien que lleva un mensaje de un lugar a otro, que transporta una noticia, una buena nueva. No es un vagabundo sin meta, sino un peregrino que recorre el camino con veracidad y amor, sabiendo perfectamente cual es su meta. Haciendo el camino al andar, hace la voluntad de Dios: lleva el Evangelio a Oriente.
 
                Tal acontecimiento causa muchos problemas, la impostura colonial e inquisidora choca contra la rebeldía innata de los pueblos orientales, que se resisten a la conquista, y a la religión foránea. La religión Católica, en aquellos siglos, era instrumento de la Conquista y la Inquisición, servía a los intereses de la expansión colonial. Sin embargo, Javier, más allá de los propósitos coloniales del Imperio Portugués, siguiendo los pasos del apóstol Santo Tomás, de quien se cuenta que viajó por el sur de la India, y llegó hasta la China, lleva el mensaje de Jesús hasta lugares recónditos. Tomás murió en Chennay (antiguo Madrás), sobre la costa este de India, en el golfo de Bengala del Océano Indico. Los primeros cristianos de India, llamados tomistas, habían recibido del Apóstol un cristianismo original, que adaptaron, con el paso de los siglos, a sus ritos nativos. San Francisco llega a mediados del s.XVI, cuando la Compañía de Jesús ha revolucionado la iglesia antigua, abriendo nuevas fronteras al pensamiento espiritual, y dando alternativa a los brutales métodos de tabula rasa. Francisco Javier, en sus cartas de viaje, se queja de la manera que los conquistadores portugueses usan para someter a los orientales. Recordemos que es, precisamente, un capitán portugués, Álvaro de Ataide da Gama, quien se opone, e impide la misión a China, la que precipita su muerte. Su antagonista principal fue compañero en el viaje de ida a Goa, India, a quien, ingenuamente, confía sus anhelos, sin saber que va a ser su peor enemigo. Como un Yago, de Otelo, el moro de Venecia, de Shakespeare, celoso por no haber sido nombrado Embajador de China, Álvaro de Ataide da Gama impide al capitán Diego Pereira ir con Francisco Javier hasta China, y los retiene en Malaca. Allí se halla el nudo trágico de su vida. Nunca, en su toda su vida, se sintió tan perseguido.
 
                De temperamento ardiente, era una persona alegre. Francisco Javier se caracteriza por su humildad, y rigor en el cumplimiento de su deber. El hombre y el santo se confunden en un solo propósito, en un solo camino. Descendiendo hasta lo profano, nos coloca en el umbral de lo sagrado. En su viaje, cual navío impulsado por el Viento Santo, traspasa los límites de lo imaginario, y nos lleva al territorio del mito sagrado, donde los milagros ocurren como si no ocurrieran. Lo extraordinario hace presencia: sus milagros dan testimonio de la Voluntad Divina, no reclamando nada para si mismo, con total desapego por los frutos del trabajo, con humildad, nos enseña el temple necesario para un verdadero misionero. Fue reconocido, desde su muerte hasta ahora, como Misionero de Oriente, Patrono de la Obra Misional, Patrono del Turismo, y Príncipe de los Misioneros. Como protector de los viajeros, tal como San Cristóbal, La Virgen del Carmen, San Rafael Arcángel, y otros guardianes de los caminos, es representado, en la iconografía popular, en un camino, acompañado de mapas, con la Biblia en la mano derecha, ante el mar (agua), tras la montaña (la tierra), bajo un cielo abierto (aire), y con el fuego ardiendo en su pecho. Como un mártir que hace señales desde la hoguera (A. Artaud), Xavier arde en su fe de caminante. San Francisco Javier es la llama que arde en el camino, la tea que alumbra los senderos de Oriente.
 
                El teatro histórico tiene muchos antecedentes. De hecho, muchos dramaturgos se basaron en acontecimientos históricos: Sófocles, Shakespeare, Calderón, Goethe, etc. Pero el Teatro Épico de Bertolt Brecht aporta no solo fundamentos históricos, sino el distanciamiento narrativo, propio de la historia. Aparte de su materialismo histórico, la obra de B. Brecht y su método de extrañamiento, contiene un compromiso político, y un sentido de justicia social. El héroe da paso al antihéroe, la historia se lee desde abajo, desde la base social, y no desde arriba, desde la cumbre de la pirámide. ¿Quienes construyeron las pirámides de Egipto?, nos pregunta Bertolt Brecht. ¡No fueron los faraones, sino los esclavos los que cargaron las piedras...!
 
                Después de la influencia psicológica de C. Stanislawski, la ciencia histórica, en lo social, sirvió a la escena desde principios del siglo XX. También Peter Weiss, tomando de Antonin Artaud su concepto mítico de crueldad, y de Brecht su aporte histórico, propone“14 Tesis para un Teatro Documental“. El documento más árido puede volverse un documento escénico. Todo depende del extrañamiento que le demos, para poder observarlo de otra forma, distanciado. Las afirmaciones que Los Poderes suelen hacer, la imposiciones que los poderosos hacen a los humildes, se vuelven preguntas; los informes burocráticos se tornan canciones; las estadísticas frías, se convierten en testimonios vivos. El tiempo es otrora, el lugar: lontananza. A la escena concurren los testigos a los que nunca se les dio la palabra, los personajes anónimos. El documento histórico se torna materia prima del drama, con nuevos instrumentos.
 
                También Hegel, en la Fenomenología del Espíritu, refiera la cultura como extrañamiento. El hombre se distancia de la naturaleza a través de la cultura. La cultura es, también, un proceso de distanciamiento, o extrañamiento, de la naturaleza. Hegel reúne la historia y el Espíritu. La intervención de Dios en la historia la hace participe de la voluntad Divina. Así, la historia (distanciada, extrañada) supera el determinismo fatalista, la patraña de los poderosos, el pasado muerto, y enciclopédico, y se revela como obra del gran demiurgo. En 1898, Alfred Jarry, con Pére Ubú, ya había puesto en cuestión la Historia al situar a Polonia en ningún lugar. Parece una ironía, pero ha sido la misma Historia la que se ha encargado, una y otra vez, de borrar del mapa a Polonia, lugar de paso para los ejércitos europeos en sus mutuas guerras.
 
                Por otra parte, la Historia, con mayúscula, ha sido puesta en cuestión. Los ideales enciclopedistas de compendiar en las bibliotecas (o bibliopistas cibernéticas, o virtuales) el conocimiento del hombre, entre ellos la Historia, fracasaron no solo por tratarse de una idea descabellada, ni por ser una ciencia social relativa, sin leyes fijas, sino porque el mismo concepto de Historia (con mayúscula) decayó, dando paso a la historia (con minúscula). Así podemos hablar de micro–historia, de meta–historia, o metáfora histórica, de fábula, mitema, etc. De hecho, en India y otras culturas orientales, no existe la Historia tal como la entendemos en occidente: presa de un tiempo lineal, de leyes sociales fijas, o de un destino ineludible, o pre–existente. El tiempo, para los Vedas, es Maya, ilusión. En el teatro indio tampoco existe el concepto de tragedia, como en Grecia antigua, ya que la muerte no es un fin, sino un comienzo de otro ciclo vital, donde las acciones que no se cumplieron en esta vida, se cumplirán en la otra. En Oriente, el relato temporal no es propiamente histórico, sino mítico, pues aún permanece enraizado en el espíritu. La unidad de tiempo y espacio es diferente a la aristotélica. Es anterior, y original, pues se funda en la tradición oral. Cuando la palabra está viva, traspasa los tiempos; cuando está muerta, se le consigna y registra en papeles, tratando de momificarla y perpetuarla como verdad establecida. La historia viva, y verdadera supera los tiempos, a través de los relatos poéticos que guardan las diversas culturas, y no se pone de manifiesto en los documentos oficiales. La historia clásica, y oficial, fija imágenes patéticas de personajes históricos, a su acomodo, entronizándolos en monumentos públicos, o ignorándolos según su conveniencia, desapareciéndolos, borrándolos de los documentos, o degradándolos al papel de villanos. El arte se encarga de bajarlos del pedestal, y considerarlos en su dimensión humana, con sus virtudes y flaquezas. El arte se encarga de rescatar la memoria perdida, dando presencia a los que no la tuvieron. A partir de Antonin Artaud, el teatro narra lo extraordinario, al acercarse a los signos míticos. La Historia, con mayúscula, ignora frecuentemente a la historia, con minúscula, y es precisamente allí, en lo minúsculo, donde está lo extraordinario. En lo mínimo está lo máximo, en lo menos lo más. La historia desvestida de sus falsos ropajes, para el arte, nos aparece como fábula, o mitema. La narración oral, las múltiples voces que nos llegan del pasado, se transcribe en documentos vivos, en ritos, danzas y teatros. Los ecos de nuestros antepasados no están muertos. El documento histórico encierra una voz que debe ser animada. No representada, en el sentido clásico, es decir mimetizada, sino abstraída del tiempo presente y futura, es decir, llevada fuera del tiempo. El teatro trabaja, a partir del espacio vacío, un meta–tiempo, y meta–espacio. La historia no puede ser considerada como una momia para ser revivida con procedimientos miméticos, ni arqueológicos, ni de museo de arte. El discernimiento, o extrañamiento poético consiste en tamizar el tiempo y el espacio pasado, para sacarlo de la realidad histórica, y pasarlo a una realidad poética. La poesía, que debe todo a la memoria, no debe nada a la realidad histórica, sino a su verdad documentada, que puede considerar como materia prima. La pesquisa, o investigación histórica, para un dramaturgo, consiste principalmente, en la búsqueda de los Hilos de Oro, los hilos dramáticos, y sus nudos, peripecias, catástrofes, cesuras, estrías, tachaduras, errores, etc., con el fin de componer acciones coherentes para la escena y, así, tender la urdimbre y la trama para tejer, escribir el texto de una obra. La verdad escénica es diferente a la verdad cotidiana, tiene otras leyes, otro es su comportamiento.
 
                Cuando Sófocles, o Shakespeare toman un personaje histórico para sus tragedias, solo toman los rasgos perennes, dejando de lado las circunstancias temporales y locales. La historia aparece asi como pretexto para el drama, asi como el drama tiene otros pretextos, sean psíquicos, espirituales, simbólicos, o simplemente escénicos, pero de cualquier manera condicionados por las necesidades propias de estas artes. Lo que es importante para la historia, para la escena puede parecer insignificante, y lo que para la historia es insignificante, para la escena puede ser muy importante. Veamos un ejemplo muy conocido: cuando Antonin Artaud interpretaba a Carlo Magno, bajo la dirección de Jean Louis Barrault, quien le pidió entrar por una lateral, y sentarse en el trono, lo hizo, pero…¡Gateando! Esto causó un conflicto, ¿cómo era posible que un emperador como Carlo Magno se dirigiera al trono gateando…? También conocemos el óleo de Nabucodonosor, de William Blake, postrado en cuatro patas, desnudo y moqueando. Y al Bolívar, de García Márquez, en El General en su Laberinto, escupiendo sangre, tirado en una hamaca, en medio del calor y los mosquitos. La medida es humana, es decir falible y mortal, asi se trate de Alejandro, Ghengis Khan, Napoleón, Bolívar, o Cesar. El héroe, desde Alfred Jarry, es antihéroe. Mas aún, desde el Woysek de Buchner, los héroes dieron paso a los antihéroes. F. Nietzche anunció el fin de lo apolíneo, y el regreso de lo dionisiaco. Los dioses han vuelto a la escena, pero no revestidos de las formas clásicas, sino de nuevas formas que desbordan los antiguos parámetros estéticos. La revolución escénica del siglo XX abrió la puerta a los espacios originales de representación, es decir, no inventó nuevos ismos, sino desvistió el arte del ropaje impuesto por la Historia Clásica, revelando nuevamente su origen espiritual y sagrado.
                 
                El nombre de la obra: EL CANGREJO ROJO, está inspirado en el famoso episodio donde un cangrejo rescata el crucifijo de Javier que ha caído al mar embravecido. El nombre de Javier, usado con X, en esta obra, no solo es un anacronismo poético, propio de la época, sino una señal de la cruz inscrita en los cangrejos rojos del sur de la India, en la Pesquería, que llevan una cruz en el lomo, y son llamados Cangrejos de San Francisco, en honor al santo.
 
 
                TRAS LAS HUELLAS DE XAVIER EN INDIA.Siguiendo la ruta de Xavier en India: de Panjim–Goa, a Cochin y Ernakulam, a Trivandrum, y Madrás (Chennay), realizamos, Brenda Polo, profesora de danzas Orientales de Artes Escénicas de la Universidad Javeriana, y yo, una investigación de campo con el objetivo de completar el texto escénico sobre su vida y obra, donde visitamos los santuarios, y el XAVIER CENTRE OF HISTORICAL RESEARCH, Centro de Investigación Histórica de Xavier.
 
                La Novena por San Xavier se realiza del 3 al 11 de Diciembre de cada año. Llegamos a Panaji, Goa, a las 3pm del domingo 7 de diciembre, de 2003. Visitamos Kala Akademy, donde realizamos un taller de Antropología Teatral, y la presentación de una obra. En el teatro de Kala Academy estaban presentando una pieza sobre San Francisco Javier. Entramos en el momento de una escena donde una paloma desciende del cielo, sobre Xavier, él queda extasiado, y se arrodilla. A la salida, puesta de sol, recordamos el sueño de Brenda: Xavier nos ayuda a cargar las maletas de viaje.
 
                Al otro día sueño con el pie de Xavier, en sandalias, pisando esta tierra árida, signo de entrada al lugar santo. Parecidas a las sandalias de San Francisco de Asís, humilde, entrando en árida tierra, (en el Museo de la basílica hay una sola sandalia). Visitamos la Catedral del Bon Jesús, compuesta de una solo nave, inmensa, en lo alto y ancho, espaciosa, sin asientos. Una mujer, una india devota del cristianismo, estaba orando sentada en el piso, a la manera de los templos orientales. Hay que entrar descalzos, sin zapatos, como en otros templos de India. En todas las paredes hay pinturas al óleo, testimonios de la época. La ostentación del barroco retuerce la forma. La Iglesia colonial, asociada a la conquista del Imperio portugués reproduce imágenes de poder, ambiguas. El clero y la milicia no se llevaron muy bien en los siglos de la conquista de Oriente.
 
                En el Museo Arqueológico, hay diversas salas de exposición: antigüedades indias, y del periodo portugués; de la que se destacan los vestuarios que usaban en el s.XVI. Exposición de personajes cortesanos en poses de retratos oficiales. Los estragos de la Inquisición Católica se reflejan en la severidad de las formas, en los rostros y los trajes. El Barroco revistió el arte de aquellos siglos de la pompa y la ostentación del imperio, ocultando los cuerpos y su expresión.
 
                En la Basílica del Bon Jesús se guardan los restos de San Francisco Javier, en una urna expuesta a los devotos, en tiempo de la Novena. Esto produce un sentimiento contradictorio: por una parte, un profundo recogimiento ante la presencia del los restos mortales de un santo maravilloso, y por otra un rechazo al culto a la muerte. La fila avanza lentamente, uno a uno, hasta la urna. Se respira un aire especial, una presencia sagrada ocupa toda la estancia. El cuerpo de Xavier está vestido muy elegantemente. Así como los franciscanos, los jesuitas hacían voto de obediencia, castidad y pobreza. La austeridad que en vida tuvo Xavier contrasta con el boato que tiene en muerte. El fetichismo necrófilo, e idolátrico de algo muerto, tiene el peligro de desatar el fanatismo religioso del pueblo. ¡Jesús es Dios de vivos, no de muertos! Las reliquias sagradas de Francisco Javier renuevan y afirma la fe. El testimonio vivo de su vida y obra sirve para afirmar la fe de los creyentes. El cuerpo momificado, incorrupto, continua haciendo milagros, y dando testimonio, desde el más allá, de la voluntad divina. Lo que aparece idolátrico es el revestimiento contextual, y la ritualidad fetichista que embarga al pueblo, rezagos de la Iglesia colonial e inquisitiva. Afortunadamente, el espíritu de Xavier está más allá de tales apariencias. Aunque el cuerpo esta incompleto, su brazo derecho, llamado brazo milagroso, fue llevada a Roma, asi como la falange del pie derecho. Las sagradas reliquias han sido expuestas en 1686, 1782, 1859, 1818, 1890, 1910, 1923, 1928, 1952, 1984,.., 2003. Fue llamado: Glorioso Apóstol, Defensor de Oriente, Patrono de Indias. El pueblo le dio el título de Goencho Saib, o Señor de Goa. Después de ser canonizado el 12 de marzo de 1622, fue declarado Patrono de Oriente en 1748. En 1904 fue nombrado Patrono Universal de las Misiones. Asi mismo recibió el título de Patrono del Turismo, y Príncipe de los Misioneros.
 
                Cerca de allí, están las ruinas del templo de San Agustín, de estructura gótica, donde la sobriedad era característica. Los amplios espacios de las múltiples naves, aún conservan el espíritu de aquella época prebarroca. En el Museo de Historia de Goa, en Panjí, entre muchas otras cosas de interés histórico, llama la atención una Mesa de la Inquisición. El mueble tiene, en las cuatro patas, tallados cuatro leones; y en el centro un águila. Símbolos de la autoridad real. Sobre esa mesa juzgaron, y decidieron la persecución, la tortura y el martirio de mucha gente, a nombre de Dios. La impostura que hicieron los poderes políticos, militares y eclesiásticos, de esa época falsificó el cristianismo original.
               
                Hay que desvestir todo el revestimiento colonial portugués, asociado a la Inquisición Católica, régimen de terror, para comprender mejor el espíritu de Javier. Las imágenes de la época son propias interpretaciones. Las formas no corresponden a la historia judía, de la época de Jesús. Las imágenes religiosas corresponden al renacimiento italiano. Asi mismo las imágenes de Xavier, interpretadas por el arte barroco, se distancian de la sobriedad propia del misionero navarro. El arte cortesano se encargó de reproducir sus propias imágenes. La deconstrucción de la Historia (con mayúscula) nos permite ver la historia (con minúscula). La impostura de las formas clásicas del renacimiento europeo sobre las imágenes originales del Cristo judío, transforma no solo la representación exterior, sino que deforman el mensaje, y cambian la esencia. Reproduciendo un Cristo colonial e inquisitivo, el Cristo de la Pasión, infundían horror, para beneficio de la conquista imperial de la Corona Portuguesa.
 
                Francisco Javier siguió la ruta de Santo Tomás en India, por los caminos de Kerala. En The Legends of St. Thomas in Kerala, de Susan Visvanathan, encontramos un relato sobre los milagros del Apóstol Tomás:
 
                “En Julio, el día de luna llena, el estaba en un barrio Brahmin, entonces paso por una de las piscinas sagrados donde se estaban bañando muchos brahmines. Ellos tomaban agua entre sus manos y la lanzaban al aire. Tomás les preguntó porqué hacían eso, y un Brahmin le replicó, “Nosotros estamos ofrendándola a los dioses. “
                Tomas dijo, “Y, porqué los Dioses rehúsan su ofrenda? Miren, el agua regresa abajo, a la piscina.
                Los Brahmines respondieron: Eso es natural en el agua, ella siempre vendrá abajo como una cascada.
                Entonces, el Apóstol tomó un poco de agua entre sus manos, y la lanzó al aire. Y las gotas quedaron suspendidas como gemas de cristal, y a los pies de Tomás brotó un racimo de maravillosas flores, de exquisita fragancia. Muchos de los Brahmines que presenciaron éste milagro, pidieron ser bautizados por Santo Tomás. “
 
                Tras las huellas del Misionero de Oriente, fuimos hasta Chennay (antiguo Madrás), lugar donde vivió y murió Santo Tomás, y estuvo San Francisco Javier. Chennay está localizado en la costa este de India, sobre el golfo de Bengala. En el viaje en tren, pienso en el comentario de Delio de Mendonca, el Director del Centro Xavier, sobre la estatura del santo. Dijo que debería ser de estatura mediana, como los de Navarra. De la estatura de San Ignacio de Loyola, que era mediana.
 
                En Madrás se encuentra Monte Grande y Monte Pequeño, los santuarios de Santo Tomás, que contienen las reliquias: un pedazo pequeño de la costilla que, según la leyenda, atravesó la lanza de su verdugo, mientras oraba de espaldas, hincado ante una roca que le servía de altar. Otra leyenda cuenta que un cazador de pavoreales lo confundió con un Pavoreal, y lo mató por accidente. El Pavoreal es el animal simbólico de la India. Esta versión, cierta o no, es una fábula que contiene símbolos verdaderos.
                En Monte Grande levantaron una capilla que conmemora el lugar sagrado, donde asisten los devotos. Allí se encuentran pinturas del Apóstol, en la escena de su martirio, y el altar con la reliquia sagrada. En Monte Pequeño está la cueva donde oraba, con la roca grabada por sus manos y brazos. Asi mismo el altar de piedra con la cruz grabada con su sangre. Según la historia, cuando estaba asediado por sus perseguidores, gracias a un terremoto que sacudió la cueva, y abrió un agujero, Tomás pudo escapar. En ese mismo lugar hay una roca grabada con el pie del Apóstol, donde han construido un minarete.
 
                Tocar las rocas, los lugares donde el Apóstol de Jesús, el mismo que tocó sus heridas, nos curó las dudas de fe. “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré“. Hasta no ver no creer, tal es nuestra duda. “Acerca tu dedo y aquí tienes mis manos; trae tu manos y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente. Tomás le contesto: Señor mío y Dios mío“. Dísele Jesús: Has creído porque me has visto. Dichos los que aun no viendo creen. “(Jn, 20, 24­–29).
 
               
 
BIBLIOGRAFIA:
 
RECONDO, JOSE MARIA, “SAN FRANCISCO JAVIER“. BAC Biografías. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 1999.
JAVIER, SAN FRANCISCO, “Cartas y escritos de SAN FRANCISCO JAVIER“. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1996.
MARTINSO, JERRY y GO, JONNY, “Tras los pasos de Francisco Javier“. Guía Auxiliar Ed. San Pablo, Madrid, 1996.
SANZ BURATA, LUIS, “San Francisco Javier“. Ed. Vilamala, Barcelona 1961.
TESCAROLI, CIRILLO, “San Francisco Javier“. Ed. SIN FRONTERAS, Quito.
WOHL, LOUIS DE: “El Oriente en Llamas“, Biografía novelada de San Francisco Xavier. Ed. Palabra, Madrid 2000.
PEMAN, JOSE MARIA, “El Divino Impaciente“, Teatro. Ed. EDIBESA, Madrid, 1997.
ZUGASTI MIGUEL, Un ejemplo de teatro jesuítico en el siglo XVIII, El Dialogo a San Francisco Javier entre Navarra y la India. Papeles de la India, V.24, ICCR, New Delhi, 1995.
SCHURHAMMER GEORG, Francisco Javier. Su vida y su tiempo. Pamplona, 1992, 4 vols.
MENDONCA DELIO, Jesuits in India, XAVIER CENTRE OF HISTORICAL RESEARCH, Goa, India. 2003.
VISVANATHAN, SUSAN, The Legends of St. Thomas in Kerala.
 

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